jueves, 1 de septiembre de 2016

Mensaje patriarcal para el Día de Oración por el cuidado de la Creación


Prot. N. 887

+ B A R T O L O M É

POR LA GRACIA DE DIOS ARZOBISPO DE CONTANTINOPLA-NUEVA ROMA Y PATRIARCA ECUMÉNICO
A TODO EL PLÉROMA DE LA IGLESIA: GRACIA, PAZ Y MISERICORDIA

DE NUESTRO SEÑOR, DIOS Y SALVADOR JESUCRISTO, ARTÍFICE DE TODA LA CREACIÓN

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Hermanos e hijos amados en el Señor,

Siguiendo desde hace muchos años los destructivos acontecimientos mundiales en lo que respecta al medio ambiente, la Santa y Gran Madre Iglesia de Cristo asumió vigilantemente la iniciativa de fijar el inicio de cada año eclesiástico como día dedicado a la Creación, al medio ambiente, invitando a todo el mundo ortodoxo y cristiano a ofrecer oraciones y súplicas al Creador de todas las cosas como agradecimiento por el gran don de la creación y a modo de súplica por su protección y salvación de todo ataque visible por parte de los hombres e invisible. Así pues, también este año, en este día, desde el Patriarcado Ecuménico recordamos la necesidad de sensibilizar a todos ante los problemas ecológicos a los que se enfrenta hoy nuestro planeta.

El rápido progreso tecnológico de nuestros días y las posibilidades y facilidades que ofrece al hombre contemporáneo no deben desviarnos de considerar seriamente, antes de acometer cualquier empresa tecnológica, los perjuicios que pueda provocar al medio ambiente y a la sociedad, así como las consecuencias adversas que pueda suponer, que son potencialmente -y así se está demostrando- muy peligrosas y destructivas para la creación y para todos los seres que habitan la tierra.

Tal necesidad, por otra parte, ha sido proclamada también por los hermanos Primados y los Obispos de las Santas Iglesias Ortodoxas locales el pasado mes de junio, durante la bendita convocatoria, en la Isla de Creta, del Santo y Gran Concilio, bajo la presidencia del Patriarca Ecuménico, subrayando en su Encíclica que “a través del actual desarrollo de las ciencias y de la tecnología, nuestra vida está cambiando radicalmente. Esto, que provoca un cambio en la vida del hombre, exige discernimiento por parte de este, pues, al lado de notables ventajas... nos enfrentamos también a las consecuencias negativas del progreso científico”, entre las cuales se encuentra la amenaza e incluso la destrucción del medio ambiente.

Es necesaria una continua vigilancia, formación y enseñanza, de modo que quede clara la relación entre la actual crisis ecológica y las pasiones humanas de la codicia, la avidez, el egoísmo, la voracidad rapaz, cuyo resultado y fruto es la crisis medioambiental que vivimos. El único camino es, pues, el regreso a la belleza original del orden y de la economía, de la moderación y de la ascesis, que pueden conducir a una sabia gestión del medio ambiente. De un modo particular la avidez y la satisfacción de las necesidades materiales lleva con seguridad a la pobreza espiritual del hombre, que supone la destrucción del medio ambiente: “Las raíces de la crisis ecológica son espirituales y éticas, insertas en el corazón de cada hombre”, subraya el ya mencionado Santo y Gran Concilio de la Iglesia Ortodoxa al dirigirse al mundo actual. “El deseo de un continuo aumento del bienestar y el consumismo desenfrenado conducen inevitablemente al uso desproporcionado y al agotamiento de los recursos naturales” (cf. El texto ‘La misión de la Iglesia”).

Al mismo tiempo celebramos hoy, hermanos e hijos amados en el Señor, la memoria de San Simeón el Estilita, gran columna de nuestra Iglesia, cuyo monumento, igual que otros maravillosos sitios arqueológicos de Siria y del mundo entero -por ejemplo la famosa región de la antigua Palmira, que se cuenta entre los principales bienes del patrimonio cultural mundial-, han sufrido la barbarie y los horrores de la guerra, evidenciando un problema significativo: la crisis cultural, que en los últimos años es de ámbito mundial. Después de todo, medio ambiente y cultura son conceptos y valores paralelos e interconectados. El mundo que alberga a la humanidad ha sido creado mediante una sola palabra imperativa: “Hágase” (cf. Gen 1,3,6,14). Después la civilización fue creada por el hombre, provisto de una mente racional, por lo que el respeto hacia ella es obviamente un deber en tanto en cuanto que el hombre es -y como tal es honrado- la coronación de la Creación Divina.

Por eso consideramos un deber, desde este Sagrado Centro de la Ortodoxia, que conserva una tradición única y preserva los más amplios parámetros de nuestro patrimonio y valores culturales, dirigir la atención de todos los pueblos responsables -y de cada individuo- hacia la necesidad de proteger el patrimonio cultural mundial además del medio ambiente, pues ambos se encuentran en peligro a causa de los cambios climáticos, los conflictos bélicos y otros problemas similares en todo el mundo

Los tesoros culturales, como monumentos religiosos y espirituales, pertenecen a toda la humanidad; es más, como expresiones externas del intelecto humano, no pertenecen exclusivamente a los países en los que se encuentran. De hecho, corren el mismo peligro que el medio ambiente, por lo que la protección del medio ambiente y la preservación de los principios inestimables de la civilización son en la misma medida una obligación para el bienestar de la humanidad entera.

La corrupción o destrucción de un solo monumento en cualquier país daña el patrimonio universal de la humanidad; así pues, es deber de todo ser humano, y especialmente de todo país civilizado, endurecer las medidas de protección y conservación continua de dichos monumentos. Es más, es indispensable que todos los Estados legalmente establecidos eviten acciones que atenten contra la integridad de sus “monumentos universales” y alteren los valores intangibles que cada uno de ellos representa.

Conscientes de la declaración panortodoxa acerca de “nuestra mayor responsabilidad de transmitir a las generaciones futuras un medio ambiente habitable y hacer uso de él conforme a la voluntad y bendición divina” (Encíclica del Santo y Gran Concilio) y de que “no solo las generaciones actuales, sino también las futuras tienen derecho a disfrutar de los bienes naturales, que nos han sido entregados por el Creador” (Documento del Santo y Gran Concilio “La misión de la Iglesia”), invitamos a todos a dedicar sus esfuerzos, y de modo particular sus oraciones, a la lucha por la protección del medio ambiente en su sentido más amplio, es decir, en su inseparable interconexión con el medio natural y cultural del género humano, y suplicamos a nuestro Señor Jesucristo, por las intercesiones de la Santísima y Benditísima Madre de Dios, de Juan el Precursor, aquel que clama en el desierto, de San Simeón el Estilita y de todos los Santos, que proteja nuestro común hogar natural y cultural de todo ataque y destrucción y derrame su bendición incesante y abundante sobre el mundo entero.

Con un alma contrita y una sentida oración, rogamos junto con todos los fieles al Artífice de la Creación -de todo lo visible y lo invisible, lo espiritual y lo intelectual- que nos conceda “vientos favorables y lluvias tranquilas para que la tierra fructufique abundantemente” y que otorgue al mundo entero “una paz profunda, una paz que sobrepasa todo entendimiento”. Invocamos sobre todos los habitantes de nuestro planeta-hogar la Gracia y la infinita Misericordia de Dios.

1 de septiembre de 2016

El Patriarca de Constantinopla Bartolomé

Vuestro ferviente intercesor ante Dios